En Memoria

EN MEMORIA DE TODOS AQUELLOS QUE DIERON SU VIDA POR LA LIBERTAD EN LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA.

sábado, 1 de octubre de 2011

Los Niños de Rusia.( Los Niños de la Guerra)


Se denomina niños de Rusia a los miles de menores de edad enviados al exilio durante la Guerra Civil Española desde la zona republicana a la Unión Soviética, entre los años 1937 y 1938, para evitarles los rigores de la guerra.

En un primer momento, disfrutaron de un cálido recibimiento y un trato en general bueno por parte de las autoridades soviéticas, mientras la guerra civil seguía su curso. Sin embargo, con la entrada de la URSS en la II Guerra Mundial y la invasión nazi de las zonas en que se encontraban las casas donde estaban alojados, hubieron de sobrellevar la dureza de la guerra, y posteriormente la de la vida entre una dictadura comunista que no les permitía salir del país y otra dictadura derechista que miraba con recelo a los que finalmente lo consiguieron. Algunos regresaron a España entre 1956 y 1959 y otros se trasladaron a Cuba durante la década de 1960, aunque un importante colectivo ha permanecido en Rusia hasta la actualidad.


En febrero de 2004 aún se contaban 239 "Niños de Rusia" como residentes en los territorios de la antigua Unión Soviética, según los archivos del Centro Español de Moscú. En la actualidad, habiendo tenido posibilidad de recuperar su nacionalidad perdida, disponen de ciertas ayudas por parte del Estado español.

Aunque los niños de Rusia no son los únicos, ni siguiera la mayoría de los niños enviados al exilio, es común también la referencia a los mismos, en general, como los niños de la Guerra.



Estos hitos históricos van estructurando el relato de las vidas y los diferentes juicios de los protagonistas en torno a si debieron o no salir del país, sobre el acierto o no de la decisión de sus padres, de lo que ha supuesto en sus vidas la permanencia en Rusia, sobre el confinamiento que no les permitió volver a su país como los niños que estuvieron refugiados en otros países al acabar la guerra, sobre la Rusia actual en la que de nuevo se impone la influencia religiosa y el hambre. Las opiniones son diversas; en lo que sí están todos de acuerdo es en la bondad del pueblo ruso, en que la acogida estuvo llena de solidaridad y compasión, en que se les intentó formar culturalmente y tenerlos unidos para que no perdieran su cultura; también en que la España que encontraron los que regresaron en el año 56 era una España putrefacta que jamás los admitió como personas, siempre fueron sospechosos y se les intentó purgar del lavado de cerebro que traían con otro peor en el que participaba el país entero bajo el nacional catolicismo, y así no sólo fueron sospechosos ante la policía española, que dejó que actuará la CIA en nuestro territorio para descubrir planes y planos, sino que sus familiares y vecinos siempre los vieron como algo foráneo y peligroso. Algunos, ante tanta hostilidad, regresaron de nuevo a Rusia.


Resulta conmovedor el contraste entre la serenidad, la sinceridad, la viveza de los recuerdos que los protagonistas van desgranando ante las cámaras en el momento actual y las imágenes en blanco y negro de documentales de aquel tiempo, fotografías y canciones que nos hacen vivir una época que no vivimos, pero que está tan presente en todos nosotros y que les debíamos como homenaje a estas personas.



Sus vidas ilustran la veleidad del futuro, la inutilidad de los planes, el desarraigo como una metáfora de la vida, el extrañamiento y la soledad como una forma de ser del hombre, la añoranza y su superación y por encima de todo la dignidad y la sinceridad, la emoción y la entereza de estos protagonistas involuntarios; de este viaje que se prolonga en el tiempo hasta ocupar la totalidad de sus vidas.


La propaganda comunista los veía, de algún modo, como la futura élite política en una república socialista española que surgiría de la victoria en la Guerra Civil. Entre los niños y sus familiares también existía el convencimiento de que su paso por Rusia sería corto, y en sus testimonios confirman que se sentían felices ante la aventura del viaje a un país extranjero.







El recibimiento dispensado en Leningrado a alguna de las expediciones fue una fiesta. Como correspondía a una maniobra con un trasfondo propagandístico de importancia, en la que se demostraba el apoyo soviético a la lucha contra el fascismo en España, las autoridades soviéticas se preocuparon de la higiene, alimentación y salud de los niños. Se les distribuyó en diferentes centros de acogida, las "Casas de Niños" o "Casas Infantiles para Niños Españoles", entre las que había casas de descanso de los Sindicatos e incluso pequeños palacios que habían sido expropiados durante la Revolución de Octubre. En estas casas, aparte de tener cubiertas todas sus necesidades, recibían educación en su mayor parte en español, impartida por los educadores españoles (en su mayor parte mujeres), conforme al modelo educativo y los ideales soviéticos.


A finales de 1938 se contaban un total de dieciséis casas en toda la URSS. Once de ellas se situaban en la actual Federación Rusa: entre ellas, una en el centro de Moscú (conocida como Piragovskaya), dos en la zona de Leningrado (una en Pushkin, actual Tsarskoe Selo, a 24 kilómetros al sur de la ciudad; una en Obninsk) y 5 en Ucrania (entre ellas, una en Odesa, otra en Kiev y otra en Eupatoria). La vida en general en las Casas de Niños es recordada por los mismos como un paréntesis alegre entre las dos guerras cuyas consecuencias sufrirían. Los supervivientes siguen teniendo conciencia de haber sido privilegiados por la educación recibida durante estos años, hasta la llegada de la guerra.

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